David Hilbert fue un famoso matemático alemán, director del Instituto Matemático de la Universidad de Gotinga, que entonces albergaba la más extraordinaria galaxia de talentos de dicha disciplina en todo el mundo.
Podríamos decir que fue un precursor en la igualdad del derecho de las mujeres para la ciencia. El Senado de la Universidad de Erlangen había declarado en 1898 que la admisión de mujeres estudiantes “destrozaría todo orden académico”, sin embargo se les autorizaba a asistir a clase con un permiso especial, que no les daba derecho a examinarse. Emmy Noether fue la única alumna entre 984 estudiantes. Es llamada la madre del álgebra moderna por sus aportes en revolucionar el álgebra y darle fundamento axiomático. Aunque trabajó junto con renombrados matemáticos en la prestigiosa Universidad de Gottingen, nunca pudo obtener un empleo allí.
El reglamento de dicha Universidad indicaba explícitamente que los candidatos debían ser hombres por lo que Noether no pudo presentarse a oposiciones como docente universitario. Hilbert quiso corregir esa injusticia, pero sus esfuerzos no tuvieron éxito, pues ciertos miembros de la facultad, no matemáticos, se opusieron. Se cuenta que Hilbert dijo en un Consejo de la Universidad: “no veo por qué el sexo de la candidata es un argumento contra su nombramiento como docente. Después de todo no somos un lavabo”. Hilbert y Noether encontraron un sistema para que ella pudiera impartir como docente: las clases se anunciaban bajo el nombre de Hilbert y ella figuraba como ayudante. Así pudo probar su competencia y ser mejor conocida.
Hilbert, además, tenía salidas geniales. Un día le invitaron a dar una conferencia sobre el tema que él quisiera. La conferencia creó una gran expectación ya que el tema elegido fue : “La prueba del último teorema de Fermat”. Llegó el día y dio la conferencia. La exposición fue muy brillante pero no tuvo nada que ver con el último teorema de Fermat. Cuando le preguntaron el porqué del título contestó: “Oh, el título era solamente para el caso de que el avión se estrellara”.
Sus despistes eran legendarios.
Un día recibió en su casa a un profesor recién llegado a la universidad de Gotinga. Después de presentarse, el joven profesor se quitó el sombrero y se sentó. Al cabo de unos minutos de conversación, Hilbert, distraído probablemente con algún problema matemático, decidió que la visita ya había durado lo suficiente, poniéndose el sombrero de su invitado, se despidió cortésmente y se fue. (¿Qué cara se le quedaría al invitado?)
Uno de sus estudiantes decía que una tarde, cuando Hilbert y su mujer se estaban preparando para recibir a los invitados para una cena, ella le dijo que se cambiara la horrible corbata que llevaba. Los invitados llegaron pero Hilbert no reapareció. Finalmente, fueron en su busca y lo encontraron dormido en la cama. Tras quitarse la corbata, simplemente, había seguido con la secuencia de acciones habitual, terminando con el camisón y la cama.
En algún momento de los años 20, uno de los brillantes estudiantes de Hilbert había escrito un artículo que pretendía demostrar la hipótesis de Reimann (un persistente desafío para los matemáticos concerniente a un aspecto importante de la teoría de números). El estudiante le había mostrado el artículo a Hilbert quien lo estudió meticulosamente quedando impresionado por la profundidad del argumento pero, por desgracia, encontró un error en el mismo que ni siquiera él podía corregir. Al año siguiente, el estudiante murió. Hilbert preguntó a los afligidos parientes si le permitirían decir una oración fúnebre. Mientras los parientes y amigos del estudiante estaban llorando ante la tumba bajo la lluvia, Hilbert se adelantó. Empezó hablando de la tragedia que suponía que un joven tan dotado hubiera muerto antes de tener una oportunidad de demostrar de qué era capaz. Y siguió diciendo que pese al hecho que la demostración que propuso este joven de la hipótesis de Riemann contenía un error, era aún posible que algún día se obtuviera una demostración del famoso problema siguiendo las líneas que el difunto había indicado. “De hecho”, continuó con entusiasmo, de pie bajo la lluvia junto a la tumba del estudiante muerto, “consideremos una función de variable compleja …”
No hay comentarios:
Publicar un comentario