En este 12 de Diciembre de 2012 se cumple el centésimo
vigésimo quinto aniversario del nacimiento de Srinivasa Ramanujan
(1887-1920), motivo por el que se han organizado congresos
(Universidades de Florida (EEUU) y Mysore (India)) y publicaciones
(Notices of the AMS) que muestran el impacto creciente de su obra en las
matemáticas que se han creado desde la conmemoración de su centenario,
hace ahora veinticinco años.
Tratándose de Ramanujan cabe preguntarse si el número de esa
efemérides, 125, hubiera tenido para él algún significado especial,
aparte de que 125 sea igual a cinco elevado al cubo, por lo que si lo
escribiésemos en base 5 obtendríamos 1000 que es una cifra mucho más
redonda e imponente. Pero recordemos, una vez más, su famosa anécdota en
torno al número 1729, cuando su amigo, y protector, Godfrey Harold
Hardy le visitó en el hospital y le contó que la matrícula del taxi que
le había llevado era 1729, un entero un tanto anodino, a lo que
Ramanujan, desde su lecho de enfermo, contestó: “¡No Hardy, no!… 1729 es
un número muy interesante, ya que se trata del entero menor que puede
ser expresado de dos maneras distintas como suma de dos cubos”: 1729 = 13 + 123 = 93 +103.
Hardy, sorprendido, le preguntó a renglón seguido si conocía la
respuesta para las cuartas potencias, a lo que Ramanujan contestó que no
podía verla en ese momento, pero que tendría que ser un número muy
grande. Con la ayuda de un ordenador, sabemos ahora que se trata de
635318657 = 1344 + 134 = 1584 + 594,
pero todos podemos ver en ese maravilloso ejemplo el inicio de unas
preguntas y de una teoría fecunda que trascienden a la anécdota que las
originó. Ilustra también la tendencia de Ramanujan de considerar los
ejemplos especiales por delante de las construcciones más generales.
Tanto en sus celebrados Cuadernos de Notas, como en su correspondencia
con Hardy, se recrea en presentar casos particulares que resultan ser
especialmente significativos, antes que describir el panorama más
general que estaba subyacente.
El talento de Ramanujan tiene difícil parangón. La mayoría de los
matemáticos poseemos una cierta intuición geométrica, pero la intuición
aritmética, aquella que permite detectar las cancelaciones ocultas y los
patrones y simetrías en series numéricas, es rara avis, y sus
poseedores, como Euler y Ramanujan, nos maravillarán siempre con sus
fórmulas, identidades y cálculos, tan sorprendentes y fascinantes
ahora, como lo fueron setenta y cinco o cientos de años atrás. Ramanujan
poseía una potente intuición algebraica y combinatoria, y unas
habilidades de manipulación de series, algoritmos, fracciones continuas y
todo eso, muy por encima de cualquier otro matemático conocido. Durante
los cinco años que estuvo en Cambridge, en tiempos de la primera guerra
mundial, publicó veintiún artículos de investigación, cinco de los
cuales fueron en colaboración con Hardy. Las referencias siguientes son
una buena base de partida para quienes deseen profundizar en su obra:
Collected Papers of S. Ramanujan, AMS.ISBN 0-8218-2076-1; S. Ramanujan
(1957): Notebooks, Tata Institute; S. Ramanujan (1988): The Lost
Notebook; and “Ramanujan: Letters and Commentary” by Bruce Berndt and
Robert A. Rankin (AMS and London Math. Society).
Las vicisitudes de su existencia le han envuelto siempre con un
cierto halo de romanticismo. El mismo Hardy escribió que haber conocido
a Ramanujan era “el capítulo romántico de su vida”y ese mismo adjetivo
ha sido usado por quienes han escrito su biografía, o diversas novelas y
obras teatrales basadas en ella. Un ejemplo es la obra de Robert
Kanigel (1991) “The man who knew infinity: a life of the genius
Ramanujan”; otro más reciente es “The indian clerk” (traducida al
castellano por “El contable hindú”) de David Leavitt. Abel y Galois
son otras figuras del Olimpo matemático que comparten romanticismo con
Ramanujan: como él fueron también genios precoces, incomprendidos en sus
comienzos y fallecieron en plena juventud, por lo que siempre quedará
la duda de cuál hubiese sido su legado de haber disfrutado de una vida
más larga, o una existencia más acomodada. Ahora es muy fácil encontrar
en lnternet una amplia información sobre la vida de Ramanujan: sus
origénes humildes en Kumbakonam, cerca de Madrás; la personalidad un
tanto dominadora de su madre, Komalatammal; sus problemas en la
universidad de Madrás, donde perdió sus becas por descuidar las
asignaturas que no eran de Matemáticas; sus manuscritos con teoremas y
fórmulas maravillosas que finalmente supo apreciar Hardy y que le valió
la invitación para viajar a Cambridge; el supuesto sueño de su madre en
el que la diosa Namagiri de Namakkal le ordenó no interponerse en el
camino de su hijo permitiéndole viajar a Inglaterra; sus años en
Cambridge, o su enfermedad y retorno a la India.
Para terminar esta breve reseña, valgan las siguientes fórmulas que
Ramanujan envió a Cambridge en su manuscrito original, junto con los
comentarios que motivaron entonces:
Hardy: “Estas fórmulas me derrotaron completamente. Yo no había visto
antes nada como esto. Una simple mirada resulta suficiente para darse
cuenta que solamente las podría haber escrito un matemático de primera
clase. Deben ser verdad, porque nadie puede tener la imaginación
suficiente para inventárselas”. “¿De dónde vienen estas fórmulas, y por
qué son verdaderas?”
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