Profesora titular de Matemáticas. Con un currículum de infarto con tan sólo 32 años, fue la primera española invitada a la reunión donde se entregan los Nobel de la materia.
-Una de las profesoras titulares más jóvenes de la Universidad, primera española en ser invitada al ICM, publicaciones en las mejores revistas especializadas... ¿cómo lo hace?
-Puesto así todo junto parece más. Lo de ser profesora titular joven es verdad que no es normal, tuve mucha suerte. El congreso ICM fue un sorpresón muy bonito. Supongo que tuvo que ver con que mi compañero Pablo Mira y yo estábamos investigando el tema de moda... La teoría de las superficies es lo que más se lleva en esta temporada otoño-invierno (ríe).
-Mujer, trabajadora y ahora madre. ¿Eso sí que es un problema a resolver?
-Va a ser más complicado. Todo el mundo dice que la etapa buena de un investigador es antes de tener niños porque luego es complicado, no sólo por el tiempo, sino por la tranquilidad para hacerlo.
-¿Cómo animaría a estudiar matemáticas con las tasas de paro que hay entre los universitarios?
-El caso es que se dice que entre los matemáticos hay poco paro. Lo que sí es cierto es que tiene pocas salidas, aunque tengo amigos trabajando en la Agencia Espacial Europea. Si les gusta mucho sí que los animaría porque si estudias lo que te gusta, al final, logras tu hueco.
-¿Cuántas veces ha tenido que defenderse de la frase ‘las matemáticas no sirven'?
-Todos los días. De hecho, soy reticente a dar datos sobre lo que hago porque al final la pregunta es ¿eso para qué sirve? Las matemáticas son cultura, como la filosofía y la literatura. Las matemáticas surgen de preguntarse por qué las cosas pasan como pasan. Es el ansia por saber, de hacerte preguntas e intentar contestártelas.
-¿Qué cree que está fallando para que informes como el PISA digan que en esta materia estamos por debajo de lo deseable?
-Las matemáticas son un lenguaje, tienen un idioma propio que al principio cuesta entender y manejar. A los niños les choca y les cuesta expresarse con este lenguaje con el que, además, tienes que ser muy riguroso. Pero una vez dado el salto ya no cuesta tanto. El lenguaje matemático no está hecho para mortificar a nadie.
-¿Cómo le enseñaría matemáticas a su hija?
-Soy consciente de que cuanto más pequeño es el niño más difícil es enseñar matemáticas. Tengo suerte porque los míos [sus alumnos] son más grandecitos. Yo lo voy a intentar... Ya estoy recopilando jueguecitos con los que algún día atormentaré a mi hija. Como todo, primero hay que jugar.
-¿Pueden ser divertidas?
-Es lo que le decía: las matemáticas consiste en dar respuestas a las preguntas. A los niños hay que dejarles experimentar, jugar.
Isabel Fernández no responde al arquetipo de matemático loco. Le gusta la charla, mira a los ojos, sonríe sin parar y no sólo habla de números y ecuaciones. "Los matemáticos, cuando se nos conoce, somos muy normales".
-Crisis, deudas, bonos, la Bolsa... ¿hay alguna fórmula para acabar con la crisis?
-Uy, yo soy de la parte de investigación fundamental, no aplicada... Ojalá lo supiera. Todo el mundo tiene su teoría y probablemente ninguna funcione al cien por cien.
-¿Es una matemática indignada?
-Sí. Fui a las manifestaciones que pude porque tenía un bombo considerable, pero, sí, el movimiento de los indignados me pareció genial. Se hizo con mucha limpieza, hacía falta dar un golpe en la mesa. Basta ya de tragar. Cuando nos bajaron el sueldo a los funcionarios, no me quejé ni fui a la huelga porque entiendo que trabajo para el Estado y si a éste le va mal, hay que apretarse el cinturón. Esa parte la entiendo, pero hay otras que no.
-¿Como cuáles?
-Que nos traten de convencer de que hay que hacer esfuerzos y más esfuerzos, pero que éstos siempre recaigan sobre los mismos.
-Lo que parece claro es que los funcionarios son un blanco fácil. Estos días se les acusa de no querer trabajar más horas.
-Estos comentarios son mentira. Lo único que se está consiguiendo es desprestigiar a los profesores. Más horas implica que se tiene que recortar en otros aspectos: en tutorías, laboratorios... La educación y la sanidad son lo último que se debería tocar.
-Esta mala imagen, en cualquier caso, no es nueva. Dígame cómo es su día a día.
-Yo a los 31 años conseguí la plaza de funcionaria, pero hay que decirlo todo: fui la primera de mi promoción. Las cosas me han ido bien pero porque no he sido la última de la cola. Para llegar a ser funcionaria he tenido que pasar por la carrera, la tesis, una acreditación para ser ayudante, otra para ser ayudante doctor, contratado doctor y, por fin, titular. Es decir, dos acreditaciones y dos oposiciones. Para llegar a donde llegamos nos lo ganamos. Otra cosa es lo qué se hace una vez que se llega. En cuanto a mi día a día, llego al despacho, voy a decir la verdad, sobre las 10.00 y las 10.30, en función de cómo esté el aparcamiento de Sevici; me quedo a comer en la facultad y el día que más pronto salgo son las ocho de la tarde. En ese tiempo, imparto clases, las preparo, atiendo en tutoría a los alumnos e investigo. Quitando la hora de la comida, mi jornada laboral es absolutamente normal. Sin contar las noches poniendo notas, respondiendo correos, los domingos atendiendo a alumnos e investigando...
-La Universidad empezará a evaluar obligatoriamente a sus profesores a partir de este curso. ¿Cree que el modelo de encuestas a los alumnos es el mejor?
-Es muy complicado evaluar a un profesor. A mis alumnos les preguntan cosas que no creo que definan si uno es buen profesor o no. ¿Utiliza las nuevas tecnologías? Las matemáticas por darlas con un ordenador no son mejores que las que se dan en la pizarra. A mí es que me gusta mucho la pizarra, por eso cuando saco las tizas de colores les digo: éstas son nuevas tecnologías. Parece que si no se hace un espectáculo de magia no se está enseñando matemáticas.
Entrevista extraida de http://www.elcorreoweb.es/
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